Información sobre la situación del proceso a la cúpula policial por los hechos de la Díaz.
La verdad histórica, en lo esencial, està ya escrita. La irrupción en la Escuela Díaz la decidió la cúpula más alta de la policía presente en Génova para el G8 en una reunión que se celebró la tarde del día 21 de julio después de dos días de enfrentamientos con un muerto, centenares de heridos y pocos arrestos en el despacho del Capitán Colucci. Esta reunión la presidió el prefecto Arnaldo La Barbera, jefe de la policía de prevención llegado auqella misma tarde de Roma. Estaban presentes Gratteri (Jefe de la Sco), Calderozzi (el segundo de a bordo). Murgolo (Vicecapitán de Bologna), Mortola (el Jefe de la Digos de Génova) y a partir de las 22'30 también se incorporó a la reunión Canterini (jefe del reparto mobile de Roma). Todos estos funcionarios se reencontrarían en la Escuela: la voz de via libre la dió Gianni De Gennaro por teléfono. Más que un registro, que de hecho no se hizo, lo que fue decidido hacer fue una redada. Querían efectuar el máximo número de arrestos para afrontar un balance desastroso para las fuerzas del Orden Público. Se sabe que el subcomandante de la Policía, prefetto Ansoino Andreassi,manifestó su extrañeza y no participó en la reunión operativa. Del resto, enviando a La Barbera a Genova, Da Gennaro le había prácticamente retirado la confianza. Queda por clarificar la razón por la cual recurrieron a los 70 hombres del núcleo especial del reparto mobile (ex celere) de Roma y la increíble crueldad de la irrupción en la cual tomaron parte decenas de policías de uniforme y de paisano que pertenecían a otros cuerpos.
La operación, oficialmente justificada con la excusa de que un coche de la policía había sido golpeado, concluyó con un balance de 61 heridos de los 93 manifestantes que se encontraban en la Escuela en aquellos momentos, que en su mayor parte dormían y que, según el decreto de archivo de la acusación no tenían más cargos que los de haber cerrado la cancela y la puerta (que fue derribada) sin oponer ninguna resitencia significativa. Las 93 personas fueron arrestadas por asociación de delincuentes cuando terminó la devastación y el saqueo en base a las declaraciones de registro y secuestro que atestiguaban el hallazgo de armas prohibidas y de dos cócteles Molotov pero los jueves genoveses no refrendaron los arrestos. Los jefes de la acusación. La audiencia preliminar que se abrió el sábado 26 de junio de 2004 por la incursión y las pruebas falsas en la Escuela Díaz hace temblar al Viminale. Entre los 29 imputados hay hombres muy cercanos al jefe de la policía, como Francesco Gratteri, ascendido a la dirección de la lucha antiterrorista justo a tiempo para ser presentado como el castigador de las nuevas Brigadas Rojas; dirigentes de primera categoría como el jefe de los analistas de la policía de prevención, Gianni Luperi (coordinador de las fuerzas europeas que investigan los anarquistas); investigadores como Gilberto Calderozzi (ex hombre de confianza de Gratteri en la Sco), Filippo Ferri (de la Squadra Mobile en La Spezia que participó en las investigaciones sobre el homicidio Biagi) y Fabio Ciccimarra (imputado igualmente en Napoles por la actuación violenta contra los arrestados en la comisaría Raniero) Se trata de funcionarios que tienen decenas de agentes a su cargo y que , a excepción de Luperi, vienen todos del mundo de las Squadre Mobile y de la lucha contra el crmen común y organizado, comenzando por Gratteri y siguiendo por De Gennaro. Deben responder de falsedades y calumnias, fundamentalmente por el asunto de los dos cócteles Molotov falsos junto con otros firmantes de las declaraciones de la Díaz. Desde Mortola al vicequestore Massimiliano Di Bernardini (núcleo antirrobos, squadra mobile de Roma) al vicequestore Pietro Troiani y al ex-policia Alberto Burgio, que manejaron las dos botellas aquellas antes de que terminaran en las manos de los jefes, escena que fue captada en el patio por una telecámara providencialmente. Por la irrupción en la Díaz están imputados por lesiones personales Vincenzo Canterini, Michelangelo Fournier (el segundo hombre al mando del reparto mobile di Roma) y los ocho jefes de escuadra (Fabrizio Basili, Ciro Tucci, Carlo Lucaroni, Emiliano Zaccaria, Angelo Cenni, Fabrizio Ledoti, Pietro Stranieri y Vincenzo Compagnone). Las imágenes, las declaraciones de gratteri ante la comisión parlamentaria y la misma relación de servicio del jefe de escuadra se enlazan con las acusaciones de maltrat que en algunos casos han podido reconocer y que indican que los setenta celerini romanos, todos de la división especial antidisturbios creado antes del G8, entraron los primeros pero que en la incursión tomaron parte decenas de policías de uniforme y de paisano qe nunca han sido identificados. Por ello, la Questura ha pedido el archivo de las acusaciones contra los agentes de a pie de Canterini. Un último grupo de funcionarios y agentes debe responder a las acusaciones de registro arbitrario, daños, hurtos y lesiones personales por la irrupción en la Escuela delante de la Díaz, la Pascoli, que era donde estaba sito el Centro de Medios del Foro Social de Génova. Ordenadores destruídos, discos duros robados, material secuestrado. Los mputados son Salvatore Gava, jefe de la mobile de Nuoro, el napolitano Alfredo Fabbroncini y el "mobiliere" romano Luigi Fazio, este último acusado asimismo de robo a un joven alemán. Durante la audiencia ante la comisión parlamentaria de nvestigación sobre el G8, Gratteri asumió la responsabilidad de cuanto sucedió en la Pascoli porque fue el que dió las órdenes de entrar también allí. La investigación
La vista sobre la irrupción en la Díaz comenzó cuando los jueces genoveses, después de haber escuchado a los arrestados, no quisieron confirmar los arrestos ni trasladar los hechos a la fiscalía de la Reppublica Simultáneamente, De Gennaro se vió obligado a nombrar a tres super-inspectores para otras tantas rapidísimas iventisgaciones adminsitrativas internas: una sobre los incidentes de las manifestaciones, otra sobre las torturas en la comisaría de Bolzaneto y otra sobre la Díaz, esta última al cargo del questore (hoy ascendido a prefecto) Giuseppe Micalizio. En pocos días Giuseppe Micalizio llegó a la conclusión que la operación había estado mal organizada y que había habido violencia injustificada. La consecuencia de sus conclusiones fueron tres relevos de cargo de peso. Fueron retirados de sus cargos el vicecapo vicario de la policía Ansoino Andreassi, el número uno del antiterrorismo Arnaldo Barbera y el questore Francesco Colucci (prácticamente todos aquellosque aquella noche se habían declarado contrarios a la irrupción en la escuela), mientras que para Canterini se proponía la destitución (apartarlo definitivamente del cuerpo) de su cargo de policía del estado. Rápidamente después de aquello De Gennaro, La Barbera, Gratteri y el mismo Canterini comparecieron ante los parlamentarios del comité de investigación sobre el G8: poco o nada respecto a aquello que descubrieron los magistrados pero suficiente para ver al jefe de la policía en dificultades. Gratteri, que sin embargo defiende a capa y espada el montaje operativo (los registros no se hicieron con guantes!) e La Barbera y Canterini que disputaron públicamente, el primero afirmando que había desaconsejado el blitz sin haber sido escuchado por el segundo. Les dijeron: nosotros pasamos la mano que no es cuestión... Sin embargo, para la fiscalía de la República ésto no bastó para acusar a todos los funcionarios implicados en el blitz. Para empezar, ni en julio ni en agosto de 2001 ninguno fue inscrito en el reistro de los indagados, como mucho los policías pudieron ser escuchados como testigos. Comenzó de repente el brazo de hierro entre el fiscal jefe Francesco Meloni, respaldado por el adjunto Francesco Lalla que ocupará su puesto en el 2003 y los sustitutos que se ocupan directamente del caso, Enrico Zucca y Francesco Pinto a los cuales se unieron Francesco Cardona Albini, Monica Parentini, Stefania Petruziello y Vittorio Ranieri Miniati. Comienza el obstrusionismo por parte de la policía: hoy en día todavía no existe una lista completa de los 270 policías que tomaron parte en el blitz. Y ha llevado meses la identificación de los 14 firmantes de las declaraciones verbales: más bien trece porque la firma número catorce permanecerá ilegible para siempre. Algunos meses después, sin embargo, Canterini y todo el resto fueron procesados por colaboración en lesiones personales. Una auténtica revelación en noviembre de 2001. El PM reveló que Pasquale Guaglione, vicequestore en Gravina di Puglia (Bari) y en servicio en Génova durante el G8 había declarado que había dado a la policía dos cócteles Molotov encontrados en Corso Italia durante la tarde del 21 de julio. El listo de Guaglione lo había escrito en el informe del servicio, aunque faltaba la declaración del secuestro de las dos bombas, consideradas armas de guerra. Ante la ausencia de esta declaración verbal los PM Pinto y Zucca, que habían decidido hacer interrogar a Guaglione a través de una rogatoria a la fiscalía de Bari utilizando un pequeño truco de investigación. Al funcionario le fue mostrada los cócteles secuestrados en la Díaz sin decirle que eran los de la escuela y preguntándole si eran los que había encontrado en Corso Italia. Guaglione los identificó enseguida como los que fueron descubiertos por su patrulla porque recordaba la etiqueta de los conocidos vinos. Otro detalle: Guaglione contó al PM que ni siquiera se los entregó a cualquiera sino al dirigente Valerio Donnini, que estaba en Génova en calidad de responsable de todas las fuerzas y era el responsable del núcleo de antidisturbios que entraron en la Díaz. El q uestore, durante la reunión con La Barbera, también llamó a Donnini para movilizar a aquel núcleo para entrar en la Escuela. Y en el mismo jeep Magnum de Donnini, conducido por el agente Antonio Burgio y llevando a bordo al vicequestore Pietro Troiani, las dos botellas incendiarias terminaron en la Díaz. El PM lo supo a través del conductor que era el mismo de Corso Italia, un jovencito que se ha declarado arrepentido de aquello que le hicieron hacer y por ello ha salido de la policía donde nunca se vería libre del calificativo de infame.
En mayo de 2002 los PM recibieron el dictámen pericial del RIS (Grupo de investigación Científica de los Carabinieri) sobre la protección antibalas de Nucera, el cual había declarado haber recibido una puñalada de un manifestante durante la irrupción en la Díaz. En el relato del Coronel Garofano, página 16, se lee que las pruebas experimentales de cortes efectuadas habían demostrado en todos los casos, al contrario de lo que se había declarado en los informes, un alineamiento casi perfecto entre las marcas presentes en el chaleco antibala y aquellas producidas en los protectores de la espalda. Por el contrario, los carabinieri escribieron en la página 19 que los cortes en el chaleco no estaban alineados con los de la espalda. Por tanto, existe una incompatibilidad evidente entre los cortes existentes en la ropa y los obtenidos experimentalmente según las dinámicas que habían sido posibles deducir de las declaraciones de Nucera. El agente Nucera lo único que podía hacer llegado a este punto era cambiar su versión: el 7 de octubre de 2002, quince meses después de los hechos, dirá que la cuchillada no fue una sola (como había afirmado de forma clarísima dos veces, la primera en la declaración de servicio y después delante de los PM que lo escuchaban como demanadante) sino que en realidad habían sido dos. Después, con los procedimientos de prueba, intervendrá un segundo exámen pericial confiado por el juez al doctor Carlo Torre, que ya había dirigido las investigaciones sobre el homicidio de Carlo Giuliani sugiriendo la tesis de la patada asesina que habría deformado y desviado el proyectil del carabinieri Mario Placanica: a juicio del Doctor Torre el segundo relato de Nucera es compatible con los cortes denunciados sobre el chaleco y el escudo. Para los peritos de las personas heridas las prendas presentaban cortes que hacían pensar al menos en 4 golpes diferentes. Pero el centro de las investigaciones sigue siendo e asunto de las dos botellas incendiarias. En junio de 2002 los PM analizaron detalladamente un video del genovés Primocanale que muestra un grupo de los funcioanrios con la graduación más alta con la bolsa azul que contenía las dos botellas en el patio de la Escuela Díaz. Un golpe Así se puede entender en qué manos han terminado las dos botellas llevadas hasta allí por Burgio por orden de Troiani. El video muestra a Luperi, Caldarozzi, Murgolo, Gratteri, Canterini alrededor de la bolsa azul y pasa de allítambién a Barbera: ninguno de ellos, hasta aquel momento había admitido haber visto los molotovs en el patio. Como mucho los habían visto en momentos posteriores y siempre sin la bolsa. El 31 de julio los PM se hiciron repetir las declaraciones, después apagaron las luces y mostraron el video a los incausados. Luperi, después de haber presenciado aquella escena se queda sin palabras, desde aquel momento se niega a responder. Gratteri si responde pero arremete contra Cantieri, según la linea de defensa pactada con De Gennaro. Pero sale del Palacio de Justicia negro de rabia. Sabe que no podrá evitar la petición de declaración en el juicio. El único que se salva es Murgolo, el ex-vicequestore de Bologna que hoy dirige el servicio secreto militar, il Sisimi. Los PM pidieron el archivo de su caso porque Murgolo estaba allí solo para representar al prefetto Andreassi y así permanecía fuera de las dos cadenas de mando identificadas en la investigación: la de los hombres de la squadra mobile dirigida por los jefes de ls Sco Gratteri y Calderozzi y la de los hombres de la Digos que tenía como jefes a los mandos de la polizia de prevenzione La Barbera y Luperi. Todos ellos evitaron las acusaciones respecto a la irrupción porque pudieron demostrar a los PM que llegaron allí después de haber comenzado. Los interrogatorios aclararon que los moltovs llegaron al patio porque los llevó Bugio hasta allí siguiendo las órdenes de Troiani que a día de hoy todavía no se sabe lo que hacía allí. Oficialmente no estaba entre los participantes del registro y parece como si hubiera aparecido en una fiesta. Según Troiani, asistido por el abogado Alfredo Biondi ex ministro de Justicia, las dos botellas terminaron en manos de su compañero Massimiliano Di Bernardini, vicequestore adjunto al jefe del nucleo antirapine de la squadra mobile de Roma. Di Bernardini, en cambio, niega haberlas cogido y admite solamente haberlas visto en el patio en manos de otros. Los dos has mantenido versiones diferentes como si la policía hubiera hecho todo poniéndose de acuerdo: cuando se le notificó a Troiani la comparecencia ante los PM genoveses, la questura de Roma también proporcionó el número de móvil de Di Bernardino. Sin embargo se acepta que las botellas llegaron a Calderozzi, vice de Grattieri de los Sco y, por tanto, superior directo de Di Bernardini (en la Díaz los hombres de la squadra mobile dependían de Gratteri y de Caldarozzi). Y Calderozzi en efecto aparece en el video del patio. Naturalemente, todos los acusados se defienden sosteniendo que no han tomado parte en ninguna conspiración de calumnias. También se esfuerzan en sostener que ninguno de ellos, aunque todos son expertos investigadores, se informaron sobre el origen exacto de aquellas armas de guerra. ¿Dónde fueron encontradas?, ¿quien las encontró?. Ni en las declaraciones verbales, escritas por Ciccimarra y Ferri y firmadas también por Caldarozzi se lee que las botellas se llevaron de nuevo al interior de la Escuela, en el gimnasio que había en la planta baja de forma que estuvieran a disposición de los 93 ocupantes arrestados. Y esta información, al término de las investigaciones resulta falsa y calumniosa. Sin embargo no es la única, Las actas indican trancas, armas impropias, en lugar de las varillas de refuerzo de las mochilas y un rico catálogo de otros objetos adecuados para atacar y sacados del vestuario de teatro en un almacén que había estado cerrado hasta que la policía llegó. Il proceso, si la jueza Daniela Faraggi decidiera su apertura, se realizará sobre estas bases. En sus declaraciones ante el tribunal Gratteri y los otros deben explicar que eran allí pero que no se acuerdan de las falsedades y las calumnias. Sin embargo si se acuerdan, en calidad de oficiales públicos tienen la obligación jurídica de impedirlas y, si no lo hacen, la ley les considera culpables co el mismo tipo de responsabilidad material (artículo 40, segundo párrafo, código penal). Será un proceso basado en indicios, como tants otros, pero construído sobre materiales un poco más sólidos que algunas llamadas de teléfono que quizá les puede acarrear una acusación de banda armada en una de las tantas investigaciones firmadas por estos señores.
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